Si contamos que el Reino de Murcia fue uno de los principales escenarios de una guerra mundial, alguno habrá que se eche las manos a la cabeza. Pero así fue.
Estamos hablando de la Guerra de Sucesión (1702-1713) en la que se enfrentaron Francia y Baviera contra Inglaterra, Italia, el Imperio Austriaco y las Provincias Unidas (lo que vienen a ser los Países Bajos). ¿Y los españoles?… pues cada uno tomo parte con quien quiso.
La cosa fue tal como sigue: en España reinaba Carlos II, un fantasmagórico y enfermizo monarca al que apodaban “el hechizado”. El pobre hombre murió sin descendencia y desencadenó un rocambolesco juego de tensiones políticas y diplomáticas en toda Europa por ver quién se sentaba en el trono español. Se posicionaron dos bandos: los que apoyaban al Duque de Anjou, francés, de la dinastía Borbón, y que subió al trono español con el nombre de Felipe V y los que estaban con el Archiduque Carlos, de la dinastía Austria.
Murcia se posicionó como una zona muy importante tanto política como militarmente. El motivo era sencillo: Catalanes y Valencianos se decantaron por Carlos y Andalucía por Felipe. Con lo cual, quien quisiera dominar toda la franja mediterránea española, primero tendría que luchar por Murcia.
A grandes rasgos, el Reino de Murcia permaneció fiel a los Borbones. Para mantener esa disposición, Felipe V, mandó a tierras murcianas a uno de los personajes más notables y reconocidos de nuestra historia: el Cardenal Belluga.
En 1705, el Cardenal, entró en Murcia y dispuso todo lo necesario para hacer frente a los partidarios del archiduque, que se concentraban en las ciudades de Orihuela y Cartagena. Las dotes de mando del Cardenal fueron más que notables, a la hora de disponer fortificaciones, mejorar la intendencia, reunir tropas y arengar a sus hombres. Gracias a su influjo consiguió, en 1706, que el puerto de Alicante se declarase Borbón y no cayese en manos austracistas. A pesar de que se encontraba cercado por las tropas del Archiduque.
A principios de 1706, la armada inglesa apareció doblando Cabo de Palos y dirigiéndose hacia Cartagena. Iban a prestar apoyo a los muchos partidarios austracistas que se encontraban preparados en la ciudad. Para intentar mantener la ciudad portuaria del lado Borbón, Belluga, reunió tropas de Totana, Librilla, Mazarrón y Murcia, las mandó a Cartagena para socorrerla del asedio marítimo. De poco sirvió, el 24 de junio de 1706 las tropas austracistas entraban en Cartagena. Encontraron poca resistencia, como el convento de San Diego de los padres franciscanos. Cartagena cayó en manos de los Austrias.
El Reino de Murcia peligraba como zona borbónica. La armada británica puso rumbo a Alicante, la cual fue asediada por tierra y mar. Pocos fueron los borbónicos que aguantaron resistiendo en el castillo, mientras la ciudad era saqueada. Después de Alicante, los archiduquesanos, pusieron rumbo al sur: Elche y Orihuela cayeron sin remedio.
Murcia se preparó, ahora iban a por ella… pero eso lo contaremos en otra ocasión.
Fuente: El Cardenal Belluga y el renacimiento agrario. Francisco Flores Arroyuelo
Ambos imperios (y sus señoricos de talco y peluca) se disputaron la muy estratégica industria murciana, a saber, el cultivo del gusado de seda murciano (con sede fiscal en los Nueve Pisos), capaz de competir con gigantes asiáticos, por muchas rutas que estos tuviesen.