Según cuenta una leyenda en Cartagena, a principios del siglo XVII había en la ciudad un monje un tanto especial. Pertenecía este fraile al Monasterio de San Diego. Pero no hacía vida conventual, al contrario, era conocido y visitante fijo de tabernas y mesones de los barrios bajos de la ciudad.
El buen fraile era popular por estos lugares, y mediaba en las continuas peleas y reyertas que se formaban en dichos bodegones y tascas. También era amigo de pescadores, patrones y gentes del mar, ya que se contaba que en su juventud había