Hubo un tiempo en que las calles, carreteras y edificios de nuestros pueblos y ciudades no estaban atestados de vallas publicitarias y anuncios.
Lo cierto es que no hacía falta ya que todo el mundo sabía donde estaba la bodega, donde se hacían arreglos de costura y donde se despachaba pan. Sí es cierto que algún cartel, símbolo o seña daban pistas al forastero de que en “tal o cual” sitio se podía encontrar cierto producto.
Por ejemplo: una rama de pino colgada en el frontal de una casa, era suficiente para indicar que allí se vendía vino. Era una costumbre arraigada en la huerta de Murcia y así lo podemos documentar en la obra “La salú y las plagas” del escritor murciano y murcianista Díaz Cassou:
“Le dijo el Señor a San pedro: mi condición no me permite entrar ande aya ramo; pero entra tú, si quies, con tar de que no bebas vino”.
Fuente: De boca a oreja. Cultura oral de los pueblos del Segura. José Martínez Ruiz