En verdad, la Catedral de Murcia tiene dos torres. Una dentro de otra.
La exterior es bien conocida por todos: 3 cuerpos de distintos órdenes artísticos (el último de ellos porta el reloj), la planta de los conjuratorios, el campanario y más arriba la cúpula y la linterna.
La torre interior sigue siendo un verdadero misterio (a pesar de que se puede visitar), para muchos murcianos.
Empecemos por decir que el acceso a la torre se hace por la puerta menos conocida de la Catedral. De hecho si preguntamos cualquier murciano cuántas puertas tiene la Catedral de Murcia, seguramente nos contestará que tres: la puerta barroca principal del Imafronte en la plaza Cardenal Belluga, la puerta gótica de los Apóstoles y la plateresca de la plaza de Cruz. Pero hay una cuarta, una pequeña puerta de arco de medio punto; la conocida como la del Pozo. Se encuentra en la base de la torre y da acceso a ella. Se la conoce como la del pozo ya que en sus proximidades se ubicaba un pozo que abastecía de agua a la misma Catedral.
La casa del relojero de la Catedral
La subida de la torre se inicia con 18 rampas (6 por cada planta). En la planta baja de la torre se encuentra la sacristía que no tiene acceso desde la torre sino desde dentro de la Catedral. En la planta primera se ubica el archivo de la Catedral, cerrado al público y en la tercera encontramos la sala del reloj.
En esta sala se mantiene la antigua maquinaria del reloj de la Catedral, con unas primitivas y grandes agujas que antaño daban la hora a todos los murcianos. Hoy día esta maquinaria está en desuso, sustituida por la moderna tecnología. Esta sala mantiene varios nombres: la casa del relojero (pues en esta estancia vivía el mismo. Famosa es la leyenda de aquel que voló a lomos del diablo), o sala de los susurros o de los secretos.
Con esta denominación de «susurros» se le bautizó, gracias a la esplendida bóveda que encierra una acústica magnífica.
Si nos colocamos en una de las esquinas de la sala, cara a la pared y susurramos algo muy flojito, el sonido se transporta por la cúpula hasta la esquina opuesta, donde se escucha el susurro a la perfección.
De la misma manera, si uno se coloca en el centro mismo de la habitación bajo la cúpula, se pueden atender todas las conversaciones que se produzcan en la sala, por muy secretas que sus protagonistas quieran hacerlas.