Más que la guerra y el hambre, si había algo que temían los mortales que vivieron la Edad Media era sin duda la peste. De esta plaga no se libró nadie en Europa durante siglos y era vista como un verdadero castigo divino.
Murcia no fue distinta a las demás y la sufrió varias veces. En 1395, surgió un nuevo brote en toda la Península. En Murcia se acentuaron sus efectos debido a una guerra interna que dirimían el Obispo y el Adelantado de turno, cuyas consecuencias fueron la destrucción de la huerta y sus canales. El hambre y la guerra se juntaron con la peste y la ciudad empezó a tomar un tono apocalíptico. Según los anales, solo en Murcia murieron 6088 personas debido a la plaga.
En medio del caos reinante ocurre una historia dantesca. Se conoce que había un tejedor cojo cristiano en la ciudad, nada amigo de los mudéjares que vivían en la Arrixaca. Aprovechó la triste coyuntura para asestarles un duro golpe: dijo que un día se le apareció San Antolín y le comunicó que todos los males de la ciudad eran culpa, como no, de los de raza árabe.
La única solución era la destrucción de una necrópolis islámica que había enfrente de su templo. Esta historieta no cayó en vano y la muchedumbre desesperada, comenzó la persecución contra todo lo mudéjar. Muchos musulmanes tuvieron que huir de la ciudad.
Y el altar de la iglesia de San Antolín está hecho con la portada (incluyendo columnas) del derribado Palacio de los Velez, situado en el comienzo del tontodromo
— Catalogador (@Catalogador1) 10 de mayo de 2018
Fuente: Breve Historia de la Región de Murcia. Juan González Castaño