Corría el año 1810, cuando 10 mil soldados franceses acantonados en Zarcilla de Ramos (Lorca) y dirigidos por el Coronel Conde de Espard, pidieron víveres a los habitantes de Caravaca de la Cruz. La cual se vio obligada a suministrarle raciones.
Aún así, Espard con parte de sus hombres se presentó en la ciudad y estuvieron saqueándola dos días. Dieron muerte a quien se resistió, se llevaron alimentos, ganado y los bienes de las familias más pudientes. Y lo peor, también se llevaron la custodia que portaba la Cruz de Caravaca. Esta custodia en plata y oro había sido donada en 1536 por el Comendador de Caravaca, Don Pedro Fajardo, Primer Marqués de los Vélez.
Pero las gentes de Caravaca, para preservar la reliquia de posibles robos y actos sacrílegos, la habían sacado de su custodia. El Lignum Crucis fue extraído del reliquiario y ocultado en un lugar secreto, seguramente en el Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas. El trozo del madero santo, fue colocado en una réplica de la Cruz de Caravaca hecha en madera, conservado en el citado monasterio hasta la desaparición del mismo. Esta improvisada cruz mantiene la siguiente inscripción: “Esta Cruz estubo en el engarce de la Stma Cruz todo el tiempo de los franceses”. En la actualidad, esta cruz de madera, está en posesión de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca. Así que, lo que robaron los franceses, fue la custodia y no la reliquia.
Espard, pidió una contribución de guerra de 160 mil reales para devolver el reliquiario. Evidentemente, los caravaqueños que pudieron huir frente a la llegada de los franceses lo hicieron. No es de extrañar que estos fueran las familias más pudientes. En Caravaca quedaron los que menos recursos tenían, que fueron los que hicieron frente al rescate pedido por los franceses. Pero como suele pasar en estos casos, aún con el dinero, la custodia no apareció y los franceses se esfumaron.
Las gentes de Caravaca no querían que una situación así se repitiera en el futuro. Así que, cuando los franceses se marcharon, prepararon la ciudad para defenderla. El Comandante General de la Primera División del Ejército del Centro, Ambrosio de la Cuadra, colocó 400 artilleros con 14 cañones de grueso calibre y un obús en el Castillo/Santuario de Caravaca; aparte de fosos, trincheras, estacadas, puentes… no en vano, Caravaca, seguía siendo la cabeza de defensa de toda la comarca.
En mayo de 1811, el Capellán del Santuario de la Vera Cruz, tuvo conocimiento de que la custodia se encontraba en poder de un comerciante de Baza, que se la había comprado a un oficial francés por 2800 reales. Este buen hombre, ofreció devolver la reliquia por el mismo precio, sin beneficio. Después de una colecta popular, el pueblo de Caravaca, logró recuperar esta obra de arte renacentista.
Los franceses volvieron el 15 de octubre de 1811, pero esta vez Caravaca estaba preparada. Salieron al paso 300 jinetes, que hicieron frente al enemigo en la conocida como Batalla de Santa Inés. Pusieron en fuga al enemigo francés, en la que fue la primera derrota francesa en la Región de Murcia.
Esta vez, los franceses, no tocaron ni la Cruz ni otras cosas en Caravaca…
Fuente: La Guerra de la Independencia en la Región de Murcia. Taller de Historia del Archivo General