El tradicional cultivo de la morera, sobre todo en la huerta de Murcia, se multiplicó en los siglos XVII y XVIII alcanzando su momento de máximo auge a mediados de este último siglo. De este modo, pasó de ser de una actividad artesanal a un proceso industrial.
La morera proporcionaba madera para carpintería y la hoja necesaria para la alimentación del gusano de seda. La cría de este insecto ocupaba a una gran parte de la población huertana, especialmente a mujeres y niños, que completaban con esta labor los ingresos familiares.
Hay que ser cuidadoso para criar a este animal. Los huevos se incubaban metiéndolos en los colchones de la cama, incluso con el calor humano directo. Esta manera de incubar evolucionó hasta las estufas de agua. También había que mantener a los gusanos entre una escrupulosa limpieza y bien alimentados.
Cuando se obtenían los capullos, se ahogaban en calderas. Después venía el proceso manufacturero para la producción de hilatura e hijuela.
Murcia ocupaba el tercer lugar nacional en producción de seda tras Valencia y Andalucía. Lo más temido para los productores de seda, eran las epidemias de pebrina, que afectaban al gusano y se transmitían a sucesivas generaciones. Las investigaciones de Pasteur lograron inmunizar los huevos, pero estos avances científicos, no llegaron a tiempo a la huerta murciana para detener la decadencia.
Fuente: Murcia en el primer tercio del siglo XX. José Antonio Ayala.