Por sus maneras, determinación, elegancia y porte; Saavedra Fajardo era el perfecto diplomático. Así lo cuentan los cronistas y así se sigue creyendo, más de tres siglos y medio después de su muerte.
No en vano pocos políticos tuvieron la osadía de escribir letras tan duras como lo hizo Don Diego,en una de las peores épocas de España: la caída del Imperio. “Si V. Magad. Hubiere tenido algunos ministros tan celosos y tan fieles como yo, no viera su monarquía en los peligros presentes”, se atrevió a escribirle al mismo Rey Felipe IV.
Este ilustre murciano, nacido en Algezares, nunca dejó de pensar en su patria chica. Hasta ideó un proyecto que hiciera navegable el río Segura, para de este modo traer más comercio y productos a la capital de la Vega.
Saavedra murió en la Casa del Hospital de San Antonio (Madrid) el 24 agosto 1648. Su féretro fue depositado en el Convento de los Agustinos Recoletos, donde se estaba preparando una habitación. Aunque su deseo fue siempre regresar y descansar eternamente en Murcia. Es por ello que en su día, adquirió derechos de enterramiento en la Capilla de Santa Elena de la Iglesia de San Pedro de Murcia. Y es por este motivo, por el cual el escudo de Saavedra preside el retablo mayor de dicha iglesia.
Estando sus restos aún en Madrid, su tumba fue profanada durante la Guerra de la Independencia, quedando solamente la calavera y los fémures, que los Recoletos solían colocar sobre los catafalcos. En 1835 la Academia de Historia los llevó a San Isidoro el Real de Madrid. Allí reposaron hasta 1884, año en que viajaron a Murcia para ser enterrados definitivamente en su Catedral, no en vano Saavedra fue canónigo de la misma.
Y allí residen en la actualidad en la capilla del beato Hibernón, donde comparte espacio con otro ilustre murciano: José Selgas Carrasco.
Fuente: De San Fulgencio a Paco Rabal. Antonio de los Reyes