Durante el siglo XVIII, la religiosidad barroca de las gentes de Murcia se veía enfebrecida en momentos puntuales.
Este es el caso de la visita del capuchino fray Diego de Cádiz, que celebró una santa misión en abril de 1787, en la ciudad de Murcia. A la llamada acudió una masa de murcianos procedentes de todo el Reino, que no bajó de 42 mil personas según las crónicas.
Penitentes con velones de cera y antorchas, aseguraron que se produjeron curaciones milagrosas y apariciones sobrenaturales, durante los días que se realizó la plática de fray Diego.
Para que no se olvidase este acontecimiento, se colocó una lápida en los muros de la Iglesia de Santo Domingo, la cual podemos contemplar aún hoy día.
Fuente: Murcia, ayer y hoy. Murcia: primeros años del XIX; guerra, epidemias y desolación. Francisco Flores Arroyuelo.