La Torre de la Catedral de Murcia es sin duda uno de los edificios más espectaculares y misteriosos de toda la Región.
Lo primero que llama la atención es su gran envergadura: son 95 metros, la segunda más alta de España por detrás de la Sagrada Familia de Barcelona. En piedra la de Murcia es más alta que la de Sevilla, pero si le sumamos los 3 metros y medio de giraldillo, la hispalense nos supera.
Otra peculiaridad es que está separada del resto de la catedral. Se encuentra anexa y comunicada pero forma otro edificio distinto del templo. Esto se debe a que los primeros arquitectos que la diseñaron eran de origen italiano, y en aquella época y lugar se estilaba construir los templos de esta manera. Ahí tenemos la catedral de Florencia, con la torre separada del templo, o la famosa torre inclinada de Pisa.
Sobre sus tres fuertes cuerpos y bajo el conjunto de campanas, se instala la famosa balconada. Conocida como la planta de los conjuratorios. Por ella se accede al exterior de la torre y se puede disfrutar de una de las mejores vistas que ha conocido la ciudad.
Este lugar de los conjuratorios, tenía lugar una de las tradiciones más increíbles que tenemos en la Región de Murcia.
Como se ha dicho, esta planta da al exterior. En sus esquinas pueden contemplarse los cuatro templetes (conjuratorios) coronados con los cuatro hermanos santos de Cartagena, patronos de la Diócesis.
Cuando las tormentas se convertían en terroríficas y amenazaban con destruir las cosechas, el Cabildo de la Catedral subía hasta estos conjuratorios en procesión. El obispo o el canónigo encargado, portaba un Lignum Crucis (reliquia de la Santa Cruz) y desde cada conjuratorio exhortaba (“conjuraba”) a los cuatro puntos cardinales para que la tormenta, epidemia, riada o cualquier otro mal, abandonase los campos murcianos. Sin duda un ritual digno de ver.
Pero hay un detalle que hace que esta tradición, común en otros lugares de España, se convierta en épica. Si nos colocamos frente al imafronte de la Catedral, con la torre a nuestra izquierda y nos fijamos en la cara sur de la torre que tiene las vistas hacia el río Segura, podremos apreciar en la balconada de los conjuratorios un pequeño voladizo a modo de púlpito que sobresale y cuelga en el vacío.
Este “colgante” de hierro y madera no es otra cosa que un conjuratorio especial. Un conjuratorio cuya finalidad era única y exclusivamente frenar las crecidas del río Segura. Está documentado que durante la riada de San Calixto (1614) se inundó la catedral hasta dos metros de altura, dañando seriamente el archivo catedralicio y otros materiales.
Hay que imaginarse la situación: el obispo del momento, empapadas sus gruesas ropas litúrgicas y levantando un relicario de metal, se coloca sobre un balconcito de hierro. Comienza la conjura en latín para que el Segura no se desmadre y sesgue la vida de cientos de huertanos. ¡Y con las tormentas eléctricas que hay en Murcia! Un verdadero pararrayos humano.
En una visita que realicé a la torre de la Catedral, tuve la ocasión de estar en este conjuratorio (cerca, no sobre) y os puedo asegurar que daba pavor. Para más «canguelo» la visita era nocturna…
Estando allí me pregunté lo siguiente: ¿qué necesidad hay de jugarse el tipo de esta manera? ¿no podrían hacerse los exorcismos al Segura desde la segura balconada de piedra?… Al momento lo comprendí todo.
Si tienes la suficiente fe para creer que subiéndote a ese balconcito, vas a calmar al peligroso río y así salvar la vida de muchos de tus paisanos, los cuales vivían en pobres barracas a los márgenes del Segura… Entonces también tienes fe y valentía para dar ese “salto al vacío”…
De eso se trata, de un acto de fe. Como otras tantas cosas en la vida.
