El Obispo Don Antonio de Medina Cachón, es un hombre que suele caer simpático a todo aquel que lo descubre.
Contaba con una excelente biblioteca, en la que no faltaban títulos de Miguel de Cervantes y Francisco Quevedo. Y según narran las crónicas, al parecer también fue muy buen obispo.
Lo cierto es que el pobre hombre, en sus últimos días en esta tierra, perdió la razón. El Cabildo Catedralicio, en un descuido, tardó en declararlo insolvente unos días. Y durante este tiempo, Don Antonio, siguió firmando documentos y disponiendo órdenes.
En una de éstas, repartió todo el trigo que había en los graneros de Murcia, dándolo generosamente a los pobres necesitados y a otras organizaciones de caridad. En menos de 10 días, se quedaron las reservas de trigo de la diócesis sin un saco de cereal.
No sabemos si el Cabildo, logró deshacer el lío montado por Don Antonio. Lo que sí sabemos es que, tras su muerte el 20 septiembre 1694, su funeral fue multitudinario.
Dicen que el hombre perdió el juicio… quien sabe, a lo mejor no…Se encuentra enterrado en el Convento de las Agustinas de Murcia.
Fuente: Murcia, ayer y hoy. Murcia en el siglo XVII: sus gentes, sus artistas. Manuel Muñoz Barberán.
Foto: cúpula del Convento de las Agustinas de Murcia.