Seguimos desgranando (en la medida de lo posible…), el misterioso hurto.
El asesinato del abogado Manuel Martínez Alcaina no hizo otra cosa que avivar las llamas de la especulación y lo paranormal.
No en vano era bastante extraño todo lo que rodeaba al homicidio: no se conocen los interrogatorios a José Luelmo, ya bien porque se declararon “secreto de sumario” o se perdieron con el pasar de los años; Martínez Alcaina tampoco dejó ningún escrito de sus averiguaciones (o no se ha encontrado…), ni hay constancia de que hablase con alguien de la cuestión.
La realidad fue que, en medio de la desilusión popular, el caso del robo de la Santa Cruz de Caravaca se cerró judicialmente el 12 de mayo de aquel año. El sumario se envió a la Audiencia de Albacete (Sumario 14 de 1934 del Juzgado de Instrucción de Caravaca) y hasta aquí hemos llegao.
Y de este modo llegó y pasó la Guerra Civil. Y no es hasta el 27 de abril de 1939, cuando se retoma el caso, haciéndose cargo el juez militar instructor Francisco Redondo Pérez.
Sus conclusiones son aplastantes, según el juez: el citado Martes de Carnaval, un grupo de personas conocidas en Caravaca se presentaron en la Sala de Cabildos del Santuario. Allí les esperaba el capellán Ildefonso Ramírez Alonso con la reliquia en la mano, la cual les entregó. El grupo salió por la puerta, sin necesidad de hacer ningún destrozo. La cuerda en la muralla, el butrón, las herramientas que se encontraron, el sagrario forzado… todo abría sido una pantomima para distraer la acción de la justicia.
Según las conclusiones del sumario, la reliquia quedó en propiedad del caravaqueño Juan Picón. Quien la llevó enseguida a Murcia, concretamente al domicilio de un cómplice que la custodió hasta que fue entregada a un tal Juan Antonio Méndez, que la transportó hasta Madrid, concretamente hasta el número 9 de la calle Francisco Giner. Y es aquí donde se pierde toda pista, aunque algunos apuntan a que fue una logia masónica la que destruyó la reliquia, bien en España, bien en México.
La pregunta inevitable está clara: ¿Y todo esto por qué y para qué?… pues según el sentir general, todo se debió a una maniobra política. Bien para proteger la reliquia, bien para destruirla. No hay que olvidar que en el año 1934 la situación de crispación en España era total. Estamos en los inicios de lo que sería la Guerra Civil y la persecución religiosa es patente: la destrucción y saqueo del patrimonio de la Iglesia estaban a la orden del día.
Pero no os penséis que ya está todo dicho… aún hay más, pero lo dejamos para otro día.
fuente: Murcia, crimen y castigo. Taller de Historia del Archivo General