Diego Mateo Zapata nació en Murcia en 1644 en una familia adinerada pero judía conversa, y esto le trajo muchísimos problemas a lo largo de su vida. Cuando contaba con 14 años su madre fue acusada de brujería por la Santa Inquisición . Salvó la vida de milagro gracias a los dineros que tenía la familia.
El chaval fue creciendo vigilado por el Santo Oficio, pero no todas las personas eclesiásticas lo discriminaban por ser judío; de hecho Diego pudo estudiar en Murcia protegido por los curas de la parroquia de San Pedro .
Estos curas de San Pedro vieron que el zagal era listo y prometía. Se marcho a Valencia donde se doctoró en Filosofía y, más tarde, en Medicina en Alcalá de Henares.
Cogió fama de buen médico y pronto entró, nada más y nada menos que en la Corte. Su experiencia fue creciendo y llegó a publicar una treintena de obras filosóficas y científicas. Estas publicaciones le traerían innumerables problemas con la Inquisición.
Tal era el prestigio de Diego que ejerció de médico a pesar de que una Real Orden exigía documentos de limpieza de sangre, tenías que ser “cristiano viejo” para dedicarte a la medicina. Pero esto no le impidió atender personalmente a nobleza e incluso a Cardenales. A finales del siglo XVII ingresó en el Hospital de Madrid.
Diego Zapata, en sus inicios defendió la terapéutica clásica: el uso de remedios vegetales como lo habían formulado Galeno e Hipócrates . Pero pronto evolucionó hacia la defensa de ideas revolucionarias que explicaban la enfermedad como un proceso químico que había que combatir con medicamentos químicos.
Contribuyó activamente en la fundación de la Real Sociedad de Medicina y Otras Ciencias de Sevilla, la academia de medicina más antigua del mundo, fundada por Carlos II.
Todas sus publicaciones levantaban ampollas, pero sobre todo una de ellas: “Disertación médico-teológica”. En ella tocó temas tan controvertidos como la gestación humana, cesáreas e incluso adentrándose en consideraciones morales sobre el aborto.
Después de diversos encontronazos con la Inquisición, fue en 1721 cuando se decretó su detención en Cuenca y su ingreso en prisión.
Fue torturado y obligado a vestir el sambenito, lo condenaron a 200 azotes y al destierro de Cuenca, Murcia y Madrid durante 10 años. Aparte, el tribunal, le confiscó la mitad de sus bienes; entre ellos parte de su biblioteca, unos 600 volúmenes.
Pese a la gravedad de la condena, Diego Zapata logró obtener el título oficial del Real Tribunal del Protomedicato, institución encargada de velar por el buen ejercicio de las profesiones sanitarias. Además, apenas fue liberado regresó a Madrid, incumpliendo la condena de destierro. La protección de los duques de Medinaceli fue determinante para que Zapata no fuera molestado. Su fama no dejaba de crecer. Incluso el Duque de Alba, a las puertas de la muerte en París, mandó llamar al murciano.
fuente: Antonio Botías laverdad.es