Entre los años 171 y 178 de nuestra era, grupos de mauri (procedentes de Mauritania y de cuyo vocablo deriva la palabra “moro”) norte africanos, cruzan el estrecho y se introducen en la península por el sureste, asolando la Bética y llegando a las puertas de Cartago Nova.
La inseguridad que crearon los mauri en el campo de Cartagena, influyó mucho en el inicio de la decadencia de la ciudad romana.
Algunas empresas económicas y arquitectónicas se paralizaron, centrándose los esfuerzos urbanitas de las autoridades en fortificar todo lo posible la ciudad portuaria.
Cartagena arrasada hasta los cimientos…
Invasiones de este tipo no se volverán a producir hasta el año 415, cuando los Vándalos saquean sin piedad Cartagena. Los historiadores han apuntado la posibilidad de que Cartagena fuera destruida por completo y arrasada casi hasta los cimientos.
La ciudad quedó bloqueada en su desarrollo social, demográfico y económico por estas acciones. Aquellos patricios cartageneros que habían invertido fastuosamente en la ciudad durante el primer siglo, como símbolo de su prestigio social, comienzan a desentenderse y dejar de lado sus actividades ciudadanas y se centran en sus posesiones, las villae, rurales y agrícolas. Una manera de asegurarse buenos ingresos en estas zonas rurales más tranquilas, casi libres de reyertas y acciones violentas propias de la ciudad que se encontraba en plana decadencia.
La arqueología de las últimas décadas constata en este periodo, una reducción del perímetro urbano y el reaprovechamiento de materiales en las pocas nuevas construcciones que se efectúan. Esas pocas construcciones se centrarán en reforzar las murallas e intentar alargar lo máximo posible el trágico final que le esperaba a la ciudad, fundada siglos antes, sobre un precioso puerto natural.
Pero lo cierto es que la crisis en Cartagena no había hecho más que empezar y se prolongaría hasta la segunda mitad del siglo IV.
Fuente: Historia de la Región de Murcia. Miguel Rodríguez Llopis.
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